miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Feliz Nocumpleaños!

Jim ha venido para pasar con nosotros las Navidades. Una de las escasas ventajas de que tu pareja viva fuera es que cuando hay vacaciones suele poderse quedar unos cuantos días, con lo que parece más fiesta, disfrutas más de la compañía, y tienes, de paso, más ayuda en casa.

Como contrapartida, mi santo, que es muy caprichosillo con lo de comer, nos tienta con todo tipo de manjares navideños y no tanto, para celebrar la reunificación familiar. Y yo estoy como Alejandro Sanz, con el Corasón Partío, entre el perder peso y prepararme psicológicamente para la dieta, y el querer desquitarme por adelantado de lo que se me viene encima. Mal empezamos.

El sábado, mientras preparo el té del desayuno, que se ha empeñado que hagamos con huevos, salchichas traídas especialmente de su tierra, y una mermelada de naranja que hace que se me caiga la baba de lo rica que está, anuncio como quien no quiere la cosa que éste va a ser uno de los últimos English Breakfast que voy a hacerles durante unos meses. Y me mira con esos ojazos azules retroiluminados y me dice que no pasa nada, que ya lo preparará él cuando venga a casa.

Me hierve la sangre. ¿Después de todas las conversaciones que hemos tenido en este último mes sobre mis problemas de salud, de peso, las dietas, -rujo, más que digo-, cómo me puede decir que me van a someter al suplicio de verlos comer como Heliogábalo mientras yo me privo de todo?

Pero este hombre no se arredra ante nada. Haberse casado conmigo ya es una demostración de su valor, me lo han dicho muchas veces. Soy una arpía, -pienso-, quiero tener a todo el mundo a dieta para no sufrir tentaciones. Ahora sí que estoy hecha polvo. Jim me consuela. No me tengo que preocupar, comerán muy sanamente para no darme envidia, y a cambio yo he de hacerle una promesa...

¡... Debo empezar a hacer deporte!

Lo siento, me he desmayado.

Cuando me hube recuperado del susto me entró la risa floja. ¿Deporte? -Sí, hiha -(es que no le sale bien la jota)-, deporte, lo podemos hacer para que después de Navidades empieces la dieta más en forma y sin engordar más hasta entonces-.

Lo dice el que va al gimnasio todos los días de la semana. Creo que quiere ser mi Personal Trainer, o séase, mi entrenador personal. Miedito me da. Además, no va a estar aquí con nosotros todos los días. Una vez se acaben las vacaciones navideñas, me encontraré sola ante el peligro, a dieta y metiendo horas en el gimnasio.

¿Cuándo voy a hacer todas las cosas del día a día? ¡Ah! No me daba cuenta de que como no voy a comer más que batidos y pastillas, me va a sobrar el tiempo.

Alicia, ¡cuántas dudas! Tienes más miedo que vergüenza. ¡Y eso que todavía no se lo has dicho al resto de la familia! ¡Pánico vas a tener, pánico!

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