jueves, 24 de noviembre de 2011

Es complicado... o el vocabulario que olvidamos usar

Cuando me planteo lo que debo hacer a continuación, me doy cuenta de que estoy dándome excusas desde hace años para no tomar decisiones que me resultan incómodas. Me digo a mí misma "¡Es complicado!" y espero a que la situación se solucione poco a poco, espontáneamente.

Yo soy Alicia Chuachenegger en... Procrastinator, la película de mi vida.

Estos días estoy revisado todos los libros de autoayuda que he ido acumulando a lo largo de varios años, y me he dado cuenta de dos cosas:

En primer lugar, ¡tengo que limpiar de una vez las estanterías!

En segundo, voy a dejar de escribir y coger el trapo ¡Ya mismo!

¡Oiga, que esto es muy serio!, porque, dicho sea de paso, y en tercer lugar, llevo meses sabiendo que tenía esta tarea pendiente, y he esperado contra toda lógica, a que el polvo desapareciera él solito.

Y si algo se aprende en los libros de autoayuda, ya sean para alcanzar el éxito empresarial o para superar una difícil situación familiar, o para mejorar en estrategias educativas..., no importa de su finalidad, es un hecho probado que el 95% de ellos recomienda vivamente agarrar al toro por los cuernos y ponerse a la faena cuanto antes. (El otro 5% son panfletos inútiles escritos por indolentes).

Lo digo en román paladino, que en finolis sonaría algo así como ser proactivo, una palabreja muy de moda entre los gurús motivacionales corporativos.

Proactividad. Me encanta decirlo. En las reuniones de trabajo, la empleo constantemente, convencida de que me da una imagen mucho más profesional. Tengo gran fe en ella. De hecho, deberían promocionarme por mi pequeña colección de palabras de moda.

Bla, bla, bla... ¡chica, deja de hablar y haz algo!