domingo, 20 de noviembre de 2011

Mi familia y otros animales (Parte II)

Si fuera de Madrid, diría que nací en una pequeña ciudad de provincias, y todos me entenderían. Aquí todos se conocen, y esto tiene sus ventajas, pero también ciertos incómodos inconvenientes. Por diferentes razones, tanto Juan como yo queríamos menos libertad vigilada, y más de la otra, así que buscamos el modo de irnos a ver mundo.

Para Juan, el mundo era la universidad, una profesión, y la capital representaba mayores oportunidades para poder hacer su vida sin oír los comentarios de los vecinos. Montó un bufete, se compró un dúplex en el centro y lo decoró con un médico apolíneo que es su pareja desde hace ya 11 años. Adoro a ambos.

Para mí, sin chicos en casa por segunda vez en la vida, los idiomas fueron el pasaporte a la independencia. Hubo comentarios de los vecinos, preguntándole a mi abuela con mucha mala idea qué necesidad tenía "la pequeña" de emigrar al extranjero, cuando en casa podía vivir muy bien.Y mi abuela respondiendo que "la pequeña" iba a estudiar, no a ganarse la vida. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Vivir lejos me sirvió para aprender muchas cosas, casi todas ellas ineficaces si quería pagar una hipoteca, y también para conocer a Jim. Mi marido es un americano del norte, criado entre Gran Bretaña y "el Continente" (el nuestro, claro), que se vino a España por amor.

Por amor a mí y al sueldo, porque su trabajo nos trajo de nuevo a casa, donde nacieron nuestros tres hijos, y aquí nos quedamos, al menos yo, por un tiempo.

Hasta ahí todo fue más o menos razonable con el peso.

Por lo que recuerdo, yo era una niña muy activa y de peso normal, y una adolescente más o menos regular. Por esos mundos de Dios empecé a comer mal, mucho fast-food y poco puchero, mucho picoteo y poco fundamento. Sin darme cuenta llegaron unos kilitos, a los que que se sumaron los de embarazos, crianzas y otras hierbas, convirtiéndome primero en gordita irredenta y luego en obesa patológica.

Lo que me lleva a pedir socorro a los que nunca me fallan, o séase,  mi hermano Juan y el genuino Doctor Macizo, a quien cariñosamente llamamos Marc.